A 56 años del álbum ‘Revolver’ de The Beatles, repasamos la evolución de la ‘psicodelia’, que sirvió para describir los cambios sociales, estéticos y espirituales de la convulsionada década del 60.
El efecto psicodélico tuvo su punto de partida en 1943, cuando el químico suizo Albert Hofmann, descubrió un nuevo antídoto por accidente durante la recristalización de una muestra de tartrato de LSD, tras sintetizar la sustancia por primera vez en 1938.
Ya para la década del 50, en los EE.UU se denominaba a esta droga alucinógena como «el suero de la verdad», debido a que se utilizaba una dosis de la misma, como método de interrogación, sobre aquellos que eran sospechosos de ser espías soviéticos infiltrados en la CIA, a comienzos de la Guerra Fría.
Y es así que en la década siguiente, los colores de la psicodelia comenzaron a vestir la bandera de toda una generación, cuya traducción más cercana, se dio de manera musical.
La psicodelia ya no era sólo visual y mental, sino que el trip traía de fondo sonidos sumamente experimentales, progresivos e intensos, partiendo en los años 60, hasta que comenzó a disminuir su dopamina a inicios de los 80s.
Los responsables de este nacimiento se deben en gran parte al colorido Movimiento Hippie en EE.UU, como así también, a la cínica y atormentada mirada de jóvenes británicos, como los Pink Floyd de Syd Barret, pasando por el álbum ‘Revolver’ de The Beatles, hasta llegar a todas las bandas de la “Invasión Británica” como The Who, The Kinks, The Rolling Stones y The Animals.
Por su parte, y al mismo tiempo, los EE.UU tenían a The Beach Boys, The Doors, Jefferson Airplane y The Grateful Dead.
Pero había una banda americana, bien curiosa en todo lo que tenga que ver con la exploración oceánica del espíritu, y esos eran The Byrds, la banda folk rock liderada por David Crosby, quienes eran la respuesta americana a la “British Invation» y fueron claves en el desarrollo de los mismos.
Estos, junto al álbum ‘Pet Sounds’ de los Beach Boys, serían uno de los propulsores, no solo del sonido, sino de la materia que haría a sus colegas del otro lado del océano, The Beatles, a que tomaran una nueva dirección musical, que cambiaría la visión y estilo de vida de millones de jóvenes alrededor del mundo.
Rock Psicodélico en los 60s: “Amor, subversión y mucha confusión”.
El 28 de agosto de 1964, Bob Dylan conoció a los Beatles en un hotel de Manhattan y les hizo probar marihuana por primera vez.
Esa experiencia los marcó y los de Liverpool se volvieron más obsesivos con la textura de sus canciones grabadas en estudio y eso se plasmó en el álbum ‘Rubber Soul’ (1965), que inspiró y obligó al líder de los Beach Boys, Brian Wilson, a contratar a los músicos sesionistas del temido productor Phil Spector, para grabar ‘Pet Sounds’ de forma inmediata.
Pero no fue hasta un mítico encuentro en un hotel de Los Ángeles, entre David Crosby y Roger McGunnin de The Byrds con John Lennon y Paul McCartney, en el año 1965, cuando compartieron un viaje de ácido.
Ambos grupos, The Byrds por Norteamérica y The Beatles por Inglaterra, fueron los pioneros en la obtención de las características de la psicodelia, asociada a la grabación, donde las sucias distorsiones y el loop se complementaban con la ultra sensibilidad del delirio LSD.
De esa manera, el oyente no sólo escucha sino que “ve” y construye imágenes mentales, a través de canciones que se extendían más allá del formato tradicional del pop, utilizando herramientas como: cítara, moog, tamburas o haciendo un collage con loops de cintas que fueron grabadas sin una dirección específica y que iban tomando forma mediante el ingenio del trabajo de estudio.
Por ejemplo, cuando Paul McCartney unió las piezas del tema “Tomorrow Never Knows”, una canción que nunca existió físicamente, es decir, no hubo una interpretación grupal, ya que la misma resultó ser producto de la unión de un rompecabezas.
Pero la canción de ese álbum, Revolver, que narra la experiencia de los “Fab Four” con The Byrds en Los Ángeles es: “She Said, She Said”, que no solo incluye a los protagonistas ya mencionados, sino que añade al actor Peter Fonda, quien también se encontraba en ese hotel y relató una experiencia suya cercana a la muerte, tras una operación de hospital y él mismo habría dicho: “Yo sé lo que es estar muerto”, frase que da inicio a la canción y que fue alterado por un “ella dijo”, en lugar de: “él dijo”.
The Beatles – “She Said, She Said” (1966)
Por su parte, sus compañeros en el “acid trip”, The Byrds, sorprendieron con una rareza dentro de la música pop, la canción era “Eight Miles High”, un título bastante gráfico que transmite una suerte de serenidad bañada en melancolía, mediante armonías vocales ondulantes, cuyas letras describen el extrañamiento del consumidor de LSD que vuelve a la “normalidad” para encontrar un mundo absurdo y grotesco: “and when you tochdown, you’ll find that it’s stranger that knows” (Y cuando aterrices, verás que es más extraño de lo que se cree).
El sencillo “Eight Miles High” salió en 1966 y por la palabra “high”, que significa “volado”, fue censurado de las radios más comerciales de aquel entonces.
The Byrds- “Eight Miles High” (1966)
Por su parte, la «neopsicodelia» de estos tiempos vendría a bajar las revoluciones que había traído consigo la última presencia fuerte del LSD en los jóvenes, durante el llamado «Segundo Verano del Amor», encabezado por el Movimiento «Rave» entre los años 1988 y 1991.
Esta vendría a ser una especie de continuación (con éxtasis y MDNA incluido) a lo que fue el primer gran estallido psicodélico del verano de 1967, precisamente en la ciudad de San Francisco, donde esos días de trances colectivos y realidad distorsionada, fueron descritos por el periodista Hunter S. Thompson como: «el epicentro de la contracultura y el sueño del LSD, antes de que se tornara en una verdadera pesadilla».
Segundo Verano del Amor 1988/91: “Los Ravers y la revuelta violenta del Dance”.
Los ravers al igual que los hippies, eran perseguidos por la policía constantemente, si bien no era por oponerse a una guerra o contra una superestructura política/económica, más bien éstos ejercían la micropolítica del YO, ya que la liberación absoluta, que imaginaban los Situacionistas en los 60s, era “imposible”, por lo que se buscaba el escapismo o evasión momentánea, pese a que éstas fiestas duraban varios días.
Es por eso que las fuerzas del orden ingresaban arbitrariamente a los clubes y fiestas, para reprimir toda actividad que siga la temática: House, Techno, Trance, Jungle, etc, por considerarlo «dañino» para los «sanos valores» de la juventud que los gobiernos conservadores proclamaban, frente al hedonismo nihilista de los jóvenes de finales de los 80s.
Esta movida tendría su lugar de origen musical en la ciudad de Chicago, EE.UU, cuna del “House”, pero ganó notoriedad en Manchester, Inglaterra, en el club The Hacienda, donde las fiestas “Rave” se colmaban de jóvenes, en su mayoría de clase obrera, en plena debacle sindical bajo el mandato de Margaret Thatcher.
Los políticos británicos comenzaron a poner sus ojos en la escena rave desde que empezó a recibir mayor cobertura mediática, por parte de la prensa sensacionalista. Comenzaron a multar a cualquiera que asistiera a estas “fiestas ilegales”, lo que ocasionó varios disturbios callejeros entre policías y ravers. Estos enfrentamientos y amenazas hicieron que muchas de estas fiestas se desarrollen en la clandestinidad.
Uno de los DJs más importantes de esa escena mancuniana, era Paul Oakenfold, quien produjo y remixó a los Happy Mondays, en su tema: “Hallelujah”.
Neopsicodelia: “Sonidos a base de experimentación con viejos discos”.
El revivalismo actual esté más ligado a los avances tecnológicos, alejado de los hábitos de consumo del LSD y de las reivindicaciones sociales, pero estos también hacen mucho énfasis en los detalles de su propia producción de diseño, para que los sonidos trabajen bien en los puntos erógenos que quiere estimular.
Las amebas de este particular estilo vuelven a tomar forma mediante nombres como: Tame Impala, Woods, Grizzly Bear, Foxygen, Jagwar Ma, Temples y más, quienes adoptan esa dirección que alguna vez se impuso en el pasado, para formar hoy un club elegante, nada minimalista, pero tampoco nada muy conceptual.